Sevilla, años ochenta. Tras la resaca del Mundial del 82, la heroína aterriza para quedarse de la mano de los Molina -una familia gitana que tiene que abandonar el barrio marginal de las Tres Mil Viviendas tras una guerra de clanes-, del terrible y violento Rafael el Gamba y de los otros camellos que trapichean por la zona del Pumarejo -o Espumarejo, como llaman sus habitantes-.El protagonista de Canijo comienza a flirtear con la heroína, una adicción que inevitablemente va a más, haciéndonos sentir de forma descarnada el angustiante e insoportable mono, la lucha por conseguir los duros suficientes para una dosis y los estragos que la droga causó en buena parte de la generación que vivió aquella época.