¡Ay, Virgencita de la Misericordia! ¡Ay, Nuestra Señora del Rosario! Madre mía, si el señor Carmelo me escuchase implorar de esta manera, no estaría deseando que acabe en el infierno por dedicarme a lo que me dedico?Acabar siendo organizadora de divorcios no entraba en mis planes, o no de esa manera tan peculiar. Sí, ya, me despidieron; dejaron de contar con mis servicios; me pusieron de patitas en la calle; chao, pescao? Lo habéis pillado, ¿no? Pues eso, que voy a dedicarme a lo que siempre he querido, a celebrar divorcios, porque? ¿acaso no es necesario festejar que te quitas a un lastre de encima?En fin, que pensaba que todo iba a ser fácil y sencillo, pero la vida es una jodida perra que se ha empeñado en ponerme las cosas complicadas y aquí estoy, organizando el divorcio de la hermana de mi piedra en el zapato, del chico por el que bebía los vientos, del señor alcalde, de Sebas. Y ¿qué hago yo? Pues lloriquear con mis amigas, Elsa y Noa, intentar engañarlas -y engañarme- diciendo que todo eso que sentía no sigue estando ahí y que ya no duele. Pero, joder, ¡cómo duele!En fin, Serafín, que a otra cosa, mariposa; que paso de su culo, de su forma de mirarme, de la manera en la que me habla y de lo guarrona que me pone. -¿En serio he dicho esto? ¡Mátame, camión!-. Que sí, que paso, que no quiero saber nada de él ni de ella ni del pasado, que voy a centrarme en mí y solo en mí. Me creéis, ¿verdad? Sí, claro que sí?Pues eso, que me llamo Greta Bover y soy organizadora de divorcios. Anda, pasa, verás cómo te diviertes y, de paso, ¿quieres que celebre tu divorcio?