La relación entre lo infinito y lo finito, entre lo absoluto y lo relativo, entre Dios y sus creaturas, es quizás el problema más complejo y recurrente de la filosofía. Los ingenios más clarividentes del pensamiento filosófico de todos los tiempos se han dedicado a él. La sabiduría, entendida como un conocimiento eminente, es decir, como conocimiento de todas las cosas por sus causas últimas, implica necesariamente el abordaje y resolución de tan delicado y exigente asunto. La revelación del nombre de Dios como "El que es" (Ex 3,14) y el reconocimiento de Dios como Creador han dado nuevos motivos a la razón para ahondar en las implicancias filosóficas de dichas verdades reveladas, fundamentalmente en lo que hace a la dependencia absoluta de obrar de las creaturas respecto de Dios.
Santo Tomás de Aquino es un testigo insigne del pensamiento cristiano al respecto. Desde su profunda comprensión del Dios como Ipsum Esse Subsistens, y de su participación en el ese de las creaturas, ha podido desplegar la riqueza inconmensurable de las implicancias de la acción divina en sus creaturas, logrando exponer sólidamente, por un lado, la consistencia operativa de todas las creaturas, de tal manera que puedan ser reconocidas como verdaderas causas, y por el otro, su absoluta dependencia del poder divino.