El "caso" Lukács es, probablemente, uno de los más controvertidos de la "cultura" marxista. En efecto: el cosmos organizado en torno a la figura y la saga de Carlos Marx se divide prolijamente entre los defensores y los detracto- res del filósofo húngaro. Para algunos, se trata de uno de los pocos intelectuales comunistas que logró salvar relativamente indemne su pensamiento del "estalinismo" sin necesidad de grandes gestos "pro-occidentales". Para otros, no pueden dejarse en un piadoso segundo plano sus repetidas genuflexiones ante el régimen, su reconocida hostilidad al trotskismo, su silencio frente a las purgas stalinistas y sus apologías recurrentes al Padre de los Pueblos. Todo juicio sobre el autor del libro que aquí presentamos debiera supeditarse al examen de la validez de su apuesta filosófica: desarrollar una de las tareas que Marx y Engels dejaron pendientes, la de reconstruir las bases más generales del pensamiento revolucionario.
¿Por qué publicar nuevamente Historia y conciencia de clase si no es, precisamente, porque representa el aprendizaje de aquella experiencia histórica [la Revolución rusa]? Y ello, en su doble mensaje: contra el mecanicismo de la social- democracia, hoy representado por las corrientes regulacionistas, filokeynesianas, populistas y centro-izquierdistas, es decir, contra la "izquierda" posibilista actualmente en el gobierno en varios países latinoamericanos, por un lado; contra el posmodernismo globalifóbico-autonomista estilo Toni Negri John Holloway, por otro. A los primeros, Historia y conciencia de clase les recuerda la necesidad del salto, la ruptura y la violencia; a los segundos, el partido y la organización. Contra esas tendencias, Historia y conciencia de clase esgrime la reivindicación de una tradición, de una prosapia: Hegel, Marx, Lenin. Hoy por hoy la necesidad de comprender y darle vida al método dialéctico, sigue pendiente. Historia y conciencia de clase puede ser leida con provecho como un estímulo necesario para recuperar el "álgebra de la revolución", es decir, puede aprovecharse, más allá de sus limitaciones, como el imprescindible comienzo de una filosofía necesaria.