El Lenin de Lukács es, efectivamente una toma de partido. Es uno de los tantos intentos de fijar una herencia política, la del, precisamente, leninismo. O, mejor dicho, en tanto que toma de partido, en tanto que alineamiento con un partido específico, la del bolchevismo. Una biografía «filosófica» que deja de lado todo el accesorio, al punto que la persona misma de Lenin se desvanece. Permanece, sin embargo, aquello que el dirigente ruso dejó de nuevo en la trayectoria acumulativa de las experiencias revolucionarias. Lukács ha querido aislar aquello que, en la biblioteca imaginaria del marxismo, constituye un tomo específico con un lugar único e insustituible, y que no puede llevar el nombre de otro autor que el del biografiado de manera tan particular.