Petra y Pedro representan una parte del ser humano que todos llevamos dentro y en donde todos somos iguales. Ambos, por separado, son eso que a veces, y para referirse cada cual a sí mismo (o sí misma), denominamos uno (o una). En ellos está cifrado el carácter fundante que atribuimos a las piedras, acerca de cuyas historias pretendemos ignorarlo todo, aunque también es cierto que, desde otro punto de vista, sabemos y reprimimos lo que pretendemos ignorar.
Nuestro cuerpo (y no sólo el mundo) es el lugar en el cual por fuerza estamos e inevitablemente somos, sin posibilidad alguna de sentirnos vivos y separados de nuestra existencia corporal. En el mundo tenemos dificultades que conllevan logros y fracasos, y en el cuerpo, límites que nos permiten algunos placeres o que se traducen en malestares y dolores.
Así, comparando el transcurrir de la vida con un viaje que emprendimos al nacer, de inmediato sobresale una primera parte que reúne las reflexiones que nos acompañan, y una segunda, en la que se reúnen conceptos que establecen categorías que nos ayudan a movernos. Por eso, la primera parte de Pedro y Petra está dedicada a "Mi cuerpo, los otros y yo", los tres interlocutores con los cuales, inevitablemente, todos dialogamos. En la segunda, "Las enfermedades que sufrimos", se reúne un elenco de aquello que encontramos ocupándonos de lo que nos sucede. Acerca de las enfermedades que sufrimos, en la tercera parte se resume lo esencial de algunas investigaciones realizadas en la Fundación Luis Chiozza.