"Nos has hecho para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti" dice San Agustín a Dios. Su vida fue un ejemplo de esta afirmación. Dotado de una inteligencia inusual, de inmensos conocimientos, Agustín inició una búsqueda inquieta de Dios tras una vida despreocupada en su juventud. Esta búsqueda le llevó a diferentes sistemas filosóficos y religiosos: El maniqueísmo, el escepticismo, el platonismo, el neoplatonismo y, finalmente, el cristianismo. Brillante profesor de Retórica, llegó a ser profesor imperial de Retórica en la corte del Emperador en Milán, el cargo académico más prestigioso del Imperio Romano, lo que le puso en contacto con los grandes hombres del Imperio. Su inquieta búsqueda de Dios le llevó a renunciar a este cargo; regresó a África, vendió todas sus propiedades, donó el dinero a los pobres y se hizo monje y prolífico escritor. No tenía intención de ser sacerdote, pero como su fama de conocimiento y santidad se extendió por todas partes, fue ordenado sacerdote por petición popular y posteriormente nombrado obispo de Hipona. Con sus inmensos conocimientos refutó las herejías que perturbaban a la Iglesia y sentó las bases de la teología cristiana.